Fotografía: Angélica Morales
El talento de Silvia Navarro y Osvaldo Benavides brilló en la puesta en escena Donde los mundos colapsan, una obra que llevó al espectador por una montaña de sentimientos llena de romanticismo, comedia, lágrimas, melancolía, drama, angustia y reflexión que se reflejaron en su público.
Con ella han recorrido diferentes estados de la República Mexicana y en esta ocasión, su siguiente parada fue en el recinto del Auditorio Pabellón M durante la noche del miércoles 24 de octubre.
Todo estuvo listo para que los actores comenzaran puntualmente a las 19:00 horas, en la primera de las dos funciones pactadas para la ciudad de Monterrey. Para sorpresa de los presentes, tanto Valeria y Richard iniciaron a contar la historia de su vida de una forma original, pues ambos se situaron entre las primeras filas del aforo, creando así una cercanía con su público regio.
Y aunque al principio el audio del micrófono de la originaria de Guanajuato presentara algunas fallas técnicas, este se solucionó una vez que ella subiera al escenario a continuar con la obra.
Ambos personajes compartieron desde su nacimiento, el tipo de relación que tuvieron con sus padres y su familia, algunos otros puntos como su primera vez, como aprendieron a manejar, como superaron la muerte de sus respectivos padres, entre otros detalles que los llevarían a unirse en algún momento de sus vidas.
La trama fue narrada a través de una serie de eventos que se van relacionando de forma indirecta a lo largo de la anécdota, misma en la que Valeria y Richard se ven envueltos y que de alguna manera, estos hechos los une a la distancia, pues sin saber llegaron a conocerse de vista algunas veces antes de hacerlo de forma definitiva.
Aunque ambos actores se encuentran al mismo tiempo sobre el escenario contando sus aventuras, estos no se relacionan entre sí de forma directa, más bien sirve uno al otro como apoyo en algunos momentos importantes de su relato para darle apoyo auditivo a lo que se está contando.
Su carisma y personalidad fueron factores para que fluyera la profesionalidad en la caracterización de sus personajes. Al fondo de escenario fueron acompañados, de forma casi imperceptible debido a la oscuridad que inundó al Auditorio; por un músico y una corista que musicalizaron la historia.
Mientras que la escenografía estuvo conformada por una plataforma circular giratoria con escalera y sillas en su interior, que sirvió de apoyo para dar énfasis y otro sentido de tiempo a algunas situaciones que estaban siendo contadas y después representadas.
Después de una hora y cuarenta minutos de duración de la obra, los actores agradecieron calurosamente a su público regio, en donde incluso Navarro se acercó a un extremo del escenario para fotografiarse por algunos minutos con personas de la primera fila, provocando una avalancha de gente que buscaba llevarse un lindo recuerdo de esa noche.