Redacción : Arturo Roti

 

 

El pasado viernes 5 de abril, el Escenario GNP Seguros de Monterrey se convirtió en el epicentro de un viaje musical inolvidable. Con un recinto colmado de fieles seguidores —muchos de ellos veteranos melómanos que han acompañado el legado de Alan Parsons por décadas—, la noche fue un homenaje viviente a la genialidad creativa de uno de los grandes arquitectos del rock progresivo y sinfónico.

 

La velada arrancó con “Standing on Higher Ground” del álbum Gaudi, transportando de inmediato a los asistentes a los años dorados del proyecto. Con Alan Parsons sentado con una guitarra acústica y un teclado a su lado, acompañado por una banda impecablemente alineada, la atmósfera se cargó de nostalgia y expectación. Al finalizar el primer tema, Parsons se dirigió al público en español con un cálido: “Gracias, buenas noches. Feliz de estar en México”, desatando una ola de aplausos y vítores.

Sin perder el ritmo, la banda continuó con “Don’t AnswerMe” y “Psychobabble”, dos clásicos que fueron recibidos con entusiasmo por una audiencia entregada. El primer gran clímax emocional de la noche llegó con “Time”, esa joya introspectiva que fue coreada con fervor por todos los presentes, creando un momento de comunión total entre escenario y público.

 

El repertorio siguió navegando entre épocas y emociones con “Breakdown” y “The Raven”, ambos temas de sus primeros y legendarios álbumes I Robot (1977) y su debut discográfico Tales of Mystery and Imagination (1976). En “I Wouldn’t Want to Be Like You”, el bajista Guy Erezdemostró su gran calibre, entregando una ejecución pulida y potente, mientras que el guitarrista Jeff Kollman aprovechó para lucirse con un solo que electrificó el ambiente.

Llegaron entonces “La Sagrada Familia” y “Don’t Let ItShow”, cerrando con elegancia la primera parte del concierto antes de un breve intermedio de 20 minutos.

 

Tras el receso, la banda resurgió con “One Note Symphony”, un tema donde el tecladista Tom Brooks tuvo su merecido momento de protagonismo, desplegando una sensibilidad sonora que rozó lo celestial. Le siguieron “Damned If I Do” y “Limelight”, durante la cual Alan Parsons invitó al público a encender la linterna de sus celulares, creando un mar de luces titilantes que convirtió el recinto en un firmamento vibrante.

 

Las voces de Tom Brooks —quien ocasionalmente también sorprendía con su saxofón— y P.J. Olsson se entrelazaron a lo largo del show con una armonía impecable, otorgando nueva vida a cada tema.

 

La recta final se acercaba y la intensidad crecía con “Can’tTake It With You” y “Prime Time”, dos piezas que resonaron con fuerza y precisión. Cuando comenzó a sonar el inconfundible teclado de “Sirius”, el público ya sabía lo que venía: la esperada “Eye in the Sky”. Desde los primeros acordes, la multitud la coreó de principio a fin, como si se tratara de un himno generacional. Fue, sin duda, uno de los momentos más emotivos de la noche.

 

Pero la historia aún no terminaba. El encore trajo consigo dos joyas más: la psicodélica y teatral “(The System of) Doctor Tarr and Professor Fether”, y el explosivo cierre con “Games People Play”, donde el júbilo estalló en cada rincón del recinto.

 

Fue un final épico para una noche mágica, una noche donde la música no solo se escuchó, sino que se vivió intensamente. El público salió gozoso, sabiendo que había sido testigo de un espectáculo único, donde la elegancia, la precisión y el legado de Alan Parsons brillaron con luz propia en el cielo de Monterrey.

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